Scenic Cruises: alma ibérica en navegación


El viaje “Unforgettable Douro with Lisbon & Madrid“, ofrecido por Scenic Luxury Cruises, representa una oportunidad real para cruzar la Península Ibérica de oeste a este, desde la costa atlántica de Portugal hasta el corazón de España, combinando dos capitales muy distintas con la tranquilidad de los paisajes fluviales del Duero. 

Lisboa es el punto de partida y, desde el primer día, la ciudad tiene mucho que ofrecer a los pasajeros que deciden recorrerla con calma. Los primeros cuatro días están dedicados a un descubrimiento completo de la capital portuguesa: una inmersión auténtica en un entorno urbano que se mueve entre el pasado y el presente. 

Comenzando por sus barrios más emblemáticos, Belém es uno de los primeros en explorarse. Allí los huéspedes caminan entre edificios simbólicos de la época de los descubrimientos, como el Monasterio de los Jerónimos y la Torre que mira hacia el Tajo, mientras guías locales expertos relatan episodios históricos ligados a los navegantes portugueses que zarparon desde allí hacia el mundo. 

El centro histórico, y en especial Alfama, ofrece un rostro diferente. Menos monumental, más vivido. Las calles son estrechas, los balcones bajos, y las voces de los vecinos se mezclan con los sonidos de la ciudad. Caminar por estas callejuelas es entrar en contacto con una parte de Lisboa que conserva sus costumbres sin preocuparse por la mirada externa. 

Incluso fuera de los circuitos más conocidos, Lisboa mantiene su encanto. Uno puede encontrarse en los jardines de Estrela, en una cafetería viendo pasar el tráfico lentamente o en una librería histórica donde el tiempo parece haberse detenido. La gastronomía no se deja de lado: hay tiempo para degustar platos locales, con sabores sencillos y genuinos, sin adornos. 

Del ritmo urbano se pasa al ritmo lento del río. El crucero por el Duero comienza tras el traslado a Oporto, donde se embarca en el Scenic Azure. A partir de ahí, el paisaje se convierte en protagonista: colinas cubiertas de viñedos, terrazas construidas a mano, pequeños pueblos que parecen detenidos en el tiempo. 

Las paradas programadas a lo largo del trayecto han sido cuidadosamente seleccionadas por Scenic para ofrecer una imagen representativa de la región. En Lamego, por ejemplo, se visita el Santuario de Nossa Senhora dos Remédios, al que se accede por una espectacular escalinata. Un lugar que une espiritualidad y paisaje, con vistas panorámicas y un centro urbano que mantiene su trazado histórico. 

El valle del Duero también es sinónimo de vino. La constante presencia de viñedos es explicada por expertos locales durante las visitas a las quintas, donde se conocen las técnicas de producción y se degusta el famoso vino de Oporto directamente en su lugar de origen. Estas experiencias son parte esencial del viaje, no simples extras, porque permiten un contacto directo con uno de los productos más identitarios de todo Portugal. 

Navegando hacia Régua, el paisaje cambia rápidamente: de las construcciones urbanas a las colinas cultivadas, una naturaleza modelada por el hombre pero nunca artificial. Régua es uno de los centros más representativos del valle del Duero, tanto por la producción vinícola como por su papel estratégico en la distribución del vino. Las visitas previstas incluyen bodegas locales, con explicaciones detalladas y catas, siempre con atención al aspecto histórico y cultural más que al puramente comercial. 

Después se entra en España por Vega de Terrón, punto de acceso a la región de Castilla y León. Desde allí se parte hacia Salamanca, ciudad universitaria de gran tradición. Su centro histórico es compacto y fácilmente recorrible a pie, y cada rincón cuenta una historia: desde las fachadas esculpidas de la universidad, hasta las dos catedrales que se levantan una al lado de la otra, desde los claustros silenciosos hasta las plazas animadas por estudiantes y residentes. También aquí, las visitas son acompañadas por guías locales que ayudan a interpretar las huellas del tiempo y a comprender la evolución de la ciudad. 

La navegación continúa hasta Pocinho, un puesto fluvial que marca casi el final del recorrido navegable para los cruceros. El paisaje aquí es más agreste, menos cultivado, pero no menos fascinante. Desde esta zona parten excursiones hacia puntos de interés del interior, como el Parque Arqueológico del Valle del Côa, que conserva manifestaciones de arte rupestre prehistórico. 

La sensación es la de estar en una región que, aunque ha acogido el turismo fluvial, sigue manteniéndose alejada de las rutas más transitadas. El encuentro con España está cerca, pero aún queda tiempo para respirar una última vez la atmósfera más auténtica y silenciosa de Portugal. 

Más adelante se alcanza Pinhão, quizás una de las localidades más pintorescas del itinerario. El pequeño pueblo se extiende a lo largo de una curva estrecha del río, enmarcado por viñedos que trepan por las colinas. La estación de tren, decorada con azulejos, narra la historia del vino y del esfuerzo que caracteriza esta región desde siempre. 

Aquí el ritmo se ralentiza aún más. Hay tiempo para disfrutar de las vistas, desembarcar y visitar una finca vinícola, o simplemente caminar por la orilla y observar el lento fluir del río. Es un lugar que no necesita grandes atracciones para ser apreciado. 

En este punto se regresa a Oporto, recorriendo parte del trayecto fluvial anterior. El regreso, sin embargo, no es una simple repetición: se observan las mismas colinas, pero con ojos diferentes, enriquecidos por la experiencia vivida. El tiempo en la ciudad es una ocasión para completar el conocimiento del lugar, quizá retomando aspectos que quedaron pendientes al inicio: un museo, una cata más consciente, un paseo nocturno por la ribera. Oporto cierra el capítulo portugués antes del traslado hacia la hermosa Madrid. 

La última etapa es la renombrada capital española. Madrid es grande, dinámica, llena de estímulos. Los últimos cuatro días previstos en la capital quizá no sean suficientes para verla por completo, pero están bien organizados para ofrecer una panorámica eficaz. Las visitas guiadas incluyen los lugares más emblemáticos: el Palacio Real con sus interiores suntuosos, el Museo del Prado que alberga algunas de las obras más importantes de la pintura europea, y las grandes arterias de la ciudad como el Paseo del Prado o la Gran Vía. 

Madrid también ofrece momentos más íntimos y cotidianos: pasear por Malasaña o relajarse en el Retiro permite captar el rostro más auténtico de la ciudad. La gastronomía, entre mercados y tabernas, combina sencillez e innovación. Por la noche, Madrid se anima: las luces, los sonidos y la vitalidad de sus calles muestran una ciudad siempre en movimiento, donde la vida pública es parte esencial de la identidad urbana. 

En resumen, el itinerario de Scenic crea un equilibrio auténtico entre ciudad y naturaleza. Lisboa y Madrid no son simples paradas, sino experiencias centrales, mientras que el Duero se convierte en el hilo conductor de un viaje pausado y consciente que merece ser vivido. 

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Mara Di Dio

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